miércoles, 6 de julio de 2016

Corvo, va

corvo, va.
sustantivo femenino y masculino
  1. adj. Arqueado o combado.
  2. m. garfio. (Instrumento de hierro, curvo y puntiagudo, que sirve para aferrar algún objeto.)
  3. m. Machete curvo utilizado en la labranza y, por ext., cuchillo que se usa como arma.
  4. f. Parte de la pierna, opuesta a la rodilla, por donde se dobla y encorva.


... por unas fiestas libres de agresiones sexuales...

Ha llegado el 6 de julio y como todos los años mi ciudad es conocida y famosa en el mundo entero. Lo triste es que antes me gustaban los sanfermines y ahora no por lo que ha traído esa fama. Ir al centro de mi ciudad estos días significa pisar y quedarte pegada al suelo por la gran cantidad de porqueria pegajosa que hay, que se te acerquen borrachos apestosos y te den abrazos, que te toquen el culo por calles abarrotadas de personas donde para pasar tienes que ir dando codazos, que todo huela a orina, que veas partes del cuerpo de gente que no se deberían ver, peleas, drogas, etc... 

Me gustaban los sanfermines cuando se podia andar por la calle y los extranjeros que venían, algunos de aquí también, no eran tan depravados como para saltar de una fuente hacia la muchedumbre esperando que te amortigüen la caída... 

Las agencias de viajes venden los sanfermines como unos días en los que la ciudad se convierte en una ciudad sin ley, donde se puede hacer cualquier cosa que no va a pasar nada. Y, sin contar el chupinazo, el pobre de mi y los encierros,... que se llevan con bastante seriedad televisiva... en los informativos y programa donde aparecen imágenes de sanfermines... la únicas que acaban apareciendo son tías enseñando los pechos o gente muy borracha. Y no toda la fiesta es esto pero molestan mucho a los que queremos disfrutarla de verdad. 

Hay mucha ciudad y no en toda la ciudad pasa eso, hay mucho día y no todo el día es eso... 

De hecho,... de todas las imágenes que he recibido hoy... este par de imágenes las que he recibido hoy por wassap de alguien de fuera que no ha venido nunca ha sido la siguiente: 





Esto es un claro ejemplo de lo que la sociedad piensa que es esta fiesta. El despiporre y despelote... Es triste pero el comportamiento de muchas mujeres que llenas de alcohol o no,... simplemente por seguir la fiesta,... muestran su cuerpo en publico y se dejan manosear de esa manera, hacen que el acoso sexual y las violaciones en estos días aumenten. Aquí parece que en estos días el pasárselo bien y el follar está asegurado... pero no pasa nada si no consigues ninguna tia de esas que enseñan todo y que son muy abiertas... siempre puedes violar a alguna que se "haga la estrecha".

...por unas fiestas libres de agresiones sexuales... 


Viva San Fermín




¡¡¡¡VIVA SAN FERMIN
GORA SAN FERMIN!!!!

Recordad que se puede VIVIR la fiesta y no que te pase por encima como una apisonadora.

Querida chica del bañador verde

He visto una reflexión preciosa de Jessica Gómez que creo que merece la pena propagar... ahí va mi granito de arena por una sociedad más libre y sana. Las personas somos hipervulnerables... cada día,... a través de la publicidad y de las redes sociales estamos expuestos a miles de estímulos que nos crean una imagen distorsionada de la realidad. Muchas de nosotras sufrimos las consecuencias psicologías de esas enfermedades al llevar al extremo nuestros cuerpos y querer ser un cuerpo de anuncio sin darnos cuenta de que la verdadera belleza está dentro de ese cuerpo y no en su carcasa perecedera.



QUERIDA CHICA DEL BAÑADOR VERDE:


Soy la mujer que está en la toalla de al lado. La que ha venido con un niño y una niña.



Primero que nada, decirte que estoy pasando un rato muy agradable junto a ti y tu grupo de amigos, en este trocito de tiempo en el que nuestros espacios se rozan y vuestras risas, vuestra conversación ‘transcendental’ y la música de vuestro equipo me invaden el aire.

¿Sabes? He alucinado un poco al darme cuenta de que no sé en qué momento de mi vida he pasado de estar ahí a estar aquí: de ser la chica a ser “la señora de al lado”, de ser la que va con los amigos a ser la que va con los niños. 

Pero no te escribo por nada de eso. Te escribo porque me gustaría decirte que me he fijado en ti. Te he visto, y no he podido evitar verte.

Te he visto ser la última en quitarte la ropa. 

Te he visto ponerte detrás de todo el grupo, disimuladamente, y quitarte la camiseta cuando creías que nadie te miraba. Pero yo te vi. No te miraba, pero te vi. 

Te he visto sentarte en la toalla en una cuidada postura, tapando tu vientre con los brazos. 

Te he visto meterte el pelo tras la oreja agachando la cabeza para alcanzarla, quizá por no mover los brazos de su estudiadísima posición casual. 

Te he visto ponerte en pie para ir a bañarte y tragar saliva nerviosa por tener que esperar así, de pie, expuesta, a tu amiga, y usar una vez más tus brazos como pareo para taparte: tus estrías, tu flaccidez, tu celulitis. 

Te vi agobiada por no poder taparlo todo a la vez mientras te ibas alejando del grupo tan disimuladamente como antes lo hiciste para quitarte la camiseta. 

No sé si tenía algo que ver, en tu descontento contigo misma, que la amiga a quien tú esperabas se soltaba su larguísima melena sobre una espalda a la que sólo le faltaban unas alas de Victoria’s Secret. Y mientras tanto tú ahí, mirando al suelo. Buscando un escondite en ti misma, de ti misma.

Y me gustaría poder decirte tantas cosas, querida chica del bañador verde… Puede que porque yo, antes de ser la mujer que viene con los niños, he estado ahí, en tu toalla. 

Me gustaría poder decirte que, en realidad, he estado en tu toalla y en la de tu amiga. He sido tú y he sido ella. Y ahora no soy ninguna de las dos –o acaso soy ambas aún- así que, si pudiera dar marcha atrás, elegiría simplemente disfrutar en lugar de preocuparme -o vanagloriarme- por cosas como en cuál de las dos toallas, la suya o la tuya, prefiero estar.

Quisiera poder decirte que he visto que llevas un libro en tu bolsa, y que cualquier vientre que ahora tenga tus dieciséis años perderá, probablemente, su tersura mucho antes de que tú pierdas la cabeza.

Me gustaría poder decirte que tienes una preciosa sonrisa, y que es una pena que estés tan ocupada en ocultarte que no te quede tiempo para sonreír más.

Me gustaría poder decirte que ese cuerpo del que pareces avergonzarte es bello sólo por ser joven. ¡Qué coño! Es bello sólo por estar vivo. Por ser envoltorio y transporte de quien en realidad eres y poder acompañarte en cuanto haces. 

Me encantaría decirte que ojalá te vieras con los ojos de una mujer de treinta y pico porque quizás entonces te darías cuenta de lo mucho que mereces ser querida, incluso por ti misma.

Me gustaría poder decirte que la persona que algún día te quiera de verdad no amará a la persona que eres a pesar de tu cuerpo, sino que adorará tu cuerpo: cada curva, cada hoyito, cada línea, cada lunar. Adorará el mapa, único y precioso, que dibuja tu cuerpo y, si no lo hace, si no te ama así, entonces no merece que le ames.

Me gustaría poder decirte que –créeme, créeme, créeme- eres perfecta como eres: sublime en tu imperfección.

Pero, ¿qué te voy a decir yo, si sólo soy la mujer de al lado? 

Aunque, ¿sabes qué? Que he venido con mi hija. Es la del bañador rosa, la que juega en el río y se está untando en arena. Hoy sólo le ha preocupado si el agua estaría muy fría.

A ti no te puedo decir nada, querida chica del bañador verde… 

Pero todo, TODO, se lo voy a decir a ella. 

Y todo, TODO, se lo diré a mi hijo también.