jueves, 17 de septiembre de 2009

Atate el abrigo

“Átate el abrigo, anda, que te vas a enfriar”, me decía mi madre siempre antes de salir a la calle. Y no te enfriabas. Es lo que tiene ser madre, que suele tener razón. Porque el antibiótico está bien, con el tiempo te acabas recuperando, pero ¿Y lo mal que lo pasas cuando uno está enfermo? No puedes respirar, deliras por la fiebre y, entre otras cosas, tienes el cuerpo como si te acabaran de dar una paliza. Creo que en lo último que piensas es en la ayuda del fármaco, que sí, que sin él no mejoraría, pero das por hecho que en pleno siglo XXI es algo básico. Son ayudas posteriores, cuando el mal ya está hecho.

Lo último en las farmacias se llama microcrédito, de un tal doctor Rajoy. Tan sólo un sustitutivo de algunos que sacó el gobierno de Zapatero. Pero no son para la gripe, sino para la violencia machista. Alabo el interés por acabar con esta autentica lacra social. Y estas medidas ayudan a mantener la dignidad y los derechos de sus vidas, pero solamente son casas prefabricadas. Hay que empezar a preparar el terreno y construir el edificio más sólido y estable que jamás se diseño. Erradicarlo ya.

El problema de fondo se encuentra en la educación. Y por ello la solución no puede basarse sólo en una visión jurídica, llena de leyes, de obligaciones y de derechos. Debemos inculcar valores desde edades más tempranas, a las que se sumarán las medidas actuales. No estoy diciendo con esto que presuponga en los colegios que los alumnos son asesinos en proyecto. No. Hablo aquí de un ámbito más general, de todos aquellos que toquen, incluso que rocen, al alumno en cuestión. Hay que enseñarles que la violencia machista no comienza ni termina en el asesinato, que el sentimiento criminal consiste en pequeños detalles que se manifiestan en lo cotidiano.

Un asesino machista no nace. Conlleva su trabajo y esfuerzo llegar a serlo. Que mal suena ¿verdad? Pues esta es la realidad. Al fin y al cabo es una persona, con una personalidad. Una personalidad que se forja a medida que las actitudes y aptitudes van tomando fuerza a través de pequeños actos repetidos. Quizá pensar que la mujer es la que se encarga de las labores del hogar no sea un delito, pero si un posible comienzo, algo que sienta las bases de una actitud más peligrosa. Pensemos en el juego de las muñecas rusas, que por supuesto no comprende la lógica toda de una mente asesina, pero puede ayudarnos a entender esto último. No podemos llegar a la siguiente sin abrir la anterior, y así sucesivamente. Si evitamos los primeros pasos, podemos (y es una afirmación tajante) evitar que se llegue a la ultima.

Por esto, además de plantearnos soluciones jurídicas –básicas por otra parte-, debemos idear obstáculos, impedimentos que eviten la idea de jugar con ellas. No harían falta más antibióticos. Ni tan siquiera daríamos a los políticos razones para que sigan haciendo el ridículo cambiándolos por votos. Las protagonistas son las víctimas.

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